Nacionalismo de acción argentino

El escritor y periodista Rubén Furman se propuso en su reciente libro "Puños y Pistolas" retratar el derrotero dispar que siguieron los miembros de la organización política más importante del "nacionalismo de acción" argentino a mediados del siglo pasado: la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN).
Rodolfo Walsh, Jorge Massetti, Guillermo Patricio Kelly, José Luis de Imaz, Rogelio García Lupo, Dalmiro Sáenz, Carlos Burundarena, Sebastián Borro y Oscar Bidegain, integraron -entre otros- esa fuerza de base juvenil y origen católico que en los años de la Segunda Guerra Mundial marchaban en escuadra por las calles porteñas gritando "muerte" a comunistas, judíos y liberales.
"Hubo matones sinuosos, sindicalistas peronistas, intelectuales católicos y jóvenes que luego abrazaron la causa de la revolución socialista que habían forjado por igual sus primeras armas políticas en la misma organización de la derecha nacionalista", dijo Furman.
El escritor admitió que el origen de su trabajo fue la biografía del autor de "Operación Masacre" escrita por Eduardo Jozami, al constatar el "singular recorrido ideológico de Walsh" y su similitud con el de Jorge Masetti, otro ex aliancista que a comienzos de los sesenta se convirtió en el primer guerrillero del Ché Guevara en Argentina al instalar un "foco" en Salta.
"La idea era dar cuenta del camino de esos hombres, formados en una visión antisemita y anticomunista, y explicar porqué abrazaron luego una izquierda radicalizada. Quise desechar argumentos ramplones como que los extremos se tocan", explicó Furman.
A partir de eso se internó en la historia de la Alianza, fundada en 1937 para reconstruir la fuerza de la Legión Cívica Argentina, la milicia blanca organizada tras el golpe de 1930 por el dictador José Félix Uriburu e impregnada del nacionalismo oligárquico de su antecesora, la Liga Patriótica.
Desde sus inicios, la Alianza proclamó su odio al imperialismo anglosajón y expresó simpatías por el bando "nacional" en la Guerra Civil Española y luego con el Eje, lo que llevó a Walsh a escribir que se había tratado de "la mejor creación del nazismo en la Argentina".
Periodista de larga trayectoria, que actualmente se desempeña en la agencia Télam, Furman entrevistó a antiguos integrantes de la ALN, entre ellos al último fundador vivo, Emilio Gutiérrez Herrero, que a principios de los cuarenta levantó una consigna que presagió al peronismo: "Nación Justa, Poderosa y Neutral".
Otro viejo aliancista como el ya fallecido José Luis de Imaz habló del impulso falangista original, expresado en la "dialéctica de puños y pistolas" que preconizó el fundador de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, para zanjar disputas ideológicas.
Rogelio García Lupo no sólo rememoró su presencia en la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945, sino el desencanto de su grupo cuando Perón ratificó la pertenencia de Argentina al sistema interamericano de defensa y el viaje a Cuba luego de la Revolución de 1959, seducidos por un Fidel Castro al que veían como un líder nacionalista formado por jesuitas y "muy parecido a nosotros".
También da cuenta de la influencia que tuvieron sobre Mario Roberto Santucho, jefe y fundador del ERP, ya que dos de sus hermanos mayores militaron en la ALN.
El peronismo convirtió a la organización en una fuerza de choque paraestatal para ganar la calle o amedrentar opositores hasta que la Libertadora demolió su sede a cañonazos y la disolvió, en septiembre de 1955.
Según Gutiérrez Herrero, la Alianza tuvo -luego- dos "refundaciones": una con los jóvenes que se alejaron de Perón por su pelea con la Iglesia y crearon Tacuara en 1954, y otra con los Montoneros, en 1970, cuyo núcleo original se nutrió del mismo caldo de juventud católica.
"La tesis de `Puños y Pistolas` es que cada época tiene un nacionalismo distinto, y así como el de los treinta y cuarenta fue de cuño fascista, el de los sesenta y setenta estuvo marcado por la influencia de la Revolución Cubana, la descolonización en el Tercer Mundo y la Teología de la Liberación gestada tras el Concilio Vaticano II", concluyó Furman.

La "Doctrina Monroe" y las Malvinas

por Hugo Muliero

El 10 de junio de 1770, el entonces gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Bucarelli, comisionó al capitán de navío Juan Ignacio Madariaga para que desalojara de las islas Malvinas a los ingleses que las ocupaban desde 1766, habiéndose aposentado en la parte occidental de las mismas en el lugar que ellos denominaron Puerto Egmont. El emisario cumplió con la misión encomendada atacando a los intrusos, los que finalmente tuvieron que capitular y arriar su bandera.
Pero los vaivenes de la política europea hicieron que poco tiempo después el gobierno español devolviera el enclave a Inglaterra para evitar un conflicto. Las remotas islas que de origen fueron reivindicadas como parte integrante de España, gracias a su colonia americana del Virreinato del Río de la Plata, sufrieron un abandono hacia la época de la emancipación (1810), en virtud de los críticos acontecimientos que conmovían al continente. Pero pasados los primeros años de la libertad el gobierno criollo debió enfrentar nuevos problemas.
Una de las más urgentes cuestiones a resolver era, sin duda, la ratificación de la soberanía de las islas Malvinas, donde revoloteaban constantemente las águilas de la piratería internacional. Para ello, las circunstancias exigían el enarbolamiento de una bandera que no fuera la española, ya que como vimos los acuerdos de familia en Europa le habían permitido a Inglaterra habitar las islas.
En realidad, el estado de abandono del archipiélago era completo, registrándose únicamente el asentamiento temporario de tripulaciones de buques balleneros extranjeros, dedicados a la caza indiscriminada de focas y lobos marinos.
Pero en 1820, un mercenario norteamericano al servicio del gobierno argentino, David Jewet, al mando de la fragata Heroína, navegó con el propósito de asentar nuestros derechos en ese confín del mundo. Para ello debió sortear un sinfín de inconvenientes, desde epidemias de escorbuto y serios motines de la tripulación mayormente extranjera (ingleses), hasta problemas operativos de la nave.
Con la ayuda del resto de la tripulación criolla hizo ajusticiar al cabecilla del motín, un inglés de apellido Thomas y, con decenas de cadáveres en su cubierta, víctimas de la peste, enfiló hacia la Malvinas y hasta tuvo el coraje de apresar una nave portuguesa. El desconocimiento de esos mares y un fuerte temporal, sólo le permitieron anclar a unos seis kilómetros de la costa debido a los peligrosos escollos y en medio de nuevas muertes por los embates del escorbuto.
Lo cierto es que el primer izamiento de la bandera argentina se produjo el 6 de noviembre de 1820, con la presencia de tripulaciones argentinas y británicas y de los loberos de las inmediaciones. Ya no quedaban dudas, al menos para los ingleses, de que Argentina asentaba su soberanía, casi trece años antes de la invasión británica. El hecho tomó estado público en la mayoría de los diarios europeos y fue muy sugestivo que ningún país imperialista presentara una reclamación por ese acto de soberanía. El silencio más evidente fue el de Londres, que trece años más tarde decidía violar los derechos argentinos sobre el archipiélago.
Un poco de historia
También fue muy sugestivo que el país de Hewet, Estados Unidos, enviara un buque de guerra (1831) a los mares del sur y destruyera todas las construcciones de Puerto Soledad. Todo comenzó por el abuso de los buques balleneros de este país, que se apoderaban sin límite de ballenas y lobos marinos, lo que llevó a Buenos Aires a prohibir ese tipo de pesca, encargando su cumplimiento al comandante de las islas, Luis Vernet.
Dos años más tarde, la prohibición (de difícil cumplimiento por falta de barcos), fue reemplazada por un impuesto al tonelaje de los barcos, apresándose varias naves norteamericanas a las que se retuvo como garantía. Enterado el gobierno de Washington envió la corbeta de guerra "Lexington" a rescatar sus unidades y someter a las autoridades argentinas.
Simulando ser una nave francesa ya que enarbolaba una bandera de este país, entró en Puerto Soledad, derrocó a las autoridades y secuestró a los colonos que aún permanecían en la islas, destruyendo y saqueando propiedades.
El gobierno de Balcarce protestó ante el presidente Jackson, por el acto de piratería, pero fue todo en vano porque el gobierno de ese país dijo desconocer los planes de la "Lexington". El gobierno argentino insistió en una indemnización ante el cónsul norteamericano en Buenos Aires, Mister Bailies, quien para librarse de esa responsabilidad afirmó que las Malvinas eran inglesas. Juan Manuel de Rosas declaró persona no grata y expulsó a Mister Bailies.
Animado por la negativa a indemnizar al gobierno argentino por considerar a los ingleses sus dueños, e informado de que EEUU no haría uso de la "Doctrina Monroe", Londres envió la fragata "Clío" para apoderarse de la abandonada bahía Egmont y por la fuerza declaró la soberanía sobre las islas. La bandera azulceleste y blanca izada por un mercenario norteamericano fue arriada por orden de Londres hace 181 años.
La absurda "Doctrina Monroe" también fue ignorada en 1982 por la artera y prepotente política exterior norteamericana. Aquel loable principio de "América para los americanos", transformó a la Doctrina Monroe en "América para los norteamericanos". Esta parece haber sido la intención de los creadores de la doctrina creada en los años 20 del siglo XVIII.

Un Belgrano no tan conocido

por Hugo Muliero (*)

No se sabe por qué razón han podido trascender a través de la historia los padres de algunos próceres y no los de otros de igual o mayor categoría. La historia nos entera con generosidad de las virtudes de tejedora de la madre de Sarmiento y del abolengo de la progenitora de San Martín. Como si las cualidades de los ascendientes les dieran más autoridad y prestigio a la tarea que realizaron.
Entonces, por qué no sabemos nada de los padres de Manuel Belgrano, por citar, creo yo, al más importante de todos. Al más patriota, el más honesto, el más generoso y desinteresado, en fin, el máximo ejemplo de la nacionalidad argentina. Será acaso porque su padre, don Domingo Belgrano y Peri (Pérez), estuvo preso por estafa y conspiración contra la Aduana de Buenos Aires, en 1778. Este italiano, originario de Liguria, fue acusado junto al titular de la Aduana, Francisco Ximénez Meda, de haber desviado 130 mil pesos de las arcas del organismo.
El virrey Loreto, que tenía fama de honesto y muy severo, ordenó el arresto domiciliario y el embargo de todos sus bienes, que jamás recuperó la familia. El arresto duró más de cuatro años y la reivindicación y la libertad le fueron devueltas en 1793 por el sucesor del conde de Loreto, el virrey Arredondo.
En su Historia de Belgrano, a pesar de utilizar copiosa documentación, Mitre no hace ninguna referencia a este episodio. O no lo conocía -lo que es muy improbable- o habrá pensado que se empequeñecería la personalidad del creador de la Bandera y decidió omitirlo.
Este prejuicio pareciera instalado en la sociedad argentina y no son pocos los hijos que se vieron beneficiados o perjudicados por la inconducta o el prestigio de sus padres. Ni Sarmiento es mejor, de hecho que no lo es, porque su madre era una abnegada tejedora, ni Belgrano peor porque su padre fuera preso por estafa.
Pero el episodio, sin duda, es la causa del anonimato de María Josefa González Casero, que además de ser la madre de Manuel Belgrano, era una mujer ejemplar  e intelectualmente muy dotada, que se valió por sí misma. Madre de once hijos, debió luchar contra la adversidad, sin recursos siquiera para subsistir, pero sin perder la dignidad y ocupándose de reclamar personalmente ante el virrey y el rey Carlos IV, sobre la injusticia que se estaba ejerciendo con su familia al condenarla a la miseria.
Manuel también debió padecer algunas privaciones en Salamanca, donde estaba cursando la carrera de abogacía. Esta nueva situación le impidió completar el doctorado y lo obligó a cambiar de Universidad. De tal forma, se graduó de bachiller en leyes en Valladolid, porque exigía menor cantidad de cursos. En carta a su madre, le consuela diciendo que el doctorado no sirve para nada y que le demandaría tres o cuatro años más de estudio. Y para no preocuparla, sintetiza la situación en que "ser doctor es una patarata", cuyo equivalente moderno, según lo revela Bravo Tedín, sería "una boludez".
En su biografía, don Manuel da una explicación innecesaria sobre la fortuna de su padre. Sin que nadie se lo pregunte, dice que "la ocupación de mi padre fue la de comerciante y como le tocó el tiempo del monopolio, adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la mejor educación de aquella época".
Luego le agradece la educación recibida, expresa: "Me proporcionó la enseñanza de las primeras letras, la gramática latina, filosofía y algo de teología en la misma Buenos Aires. Sucesivamente, me envió a España a seguir la carrera de Leyes y allí estudié en Salamanca, continué en Madrid y me recibí de abogado en la cancillería Valladolid".
Más adelante, justifica el hecho de haber cambiado de universidad (y abandonado el doctorado) por decisión propia y no por falta de recursos como lo admite en carta a su madre. En su autobiografía se culpa: "Confieso que mi aplicación no la contraje tanto a la carrera que había ido a emprender, como al estudio de los idiomas vivos, a la economía política y al derecho público".
Finalmente, le resta importancia a su nombramiento en Buenos Aires, cuando en realidad se valió de la recomendación de amigos para conseguir ese trabajo en el Consulado. "Al concluir mi carrera allá por los años 1793, las ideas de economía política cundían en Europa con furor y creo que a eso debí que me colocaran en la secretaría del Consulado de Buenos Aires, sin que hubiera hecho la más mínima gestión para ello".
Conociendo su probidad moral, don Manuel del Sagrado Corazón de Jesús Belgrano debió hacer un esfuerzo muy grande para publicar estas inexactitudes, con el único fin de ocultar el pasado de su padre del que, por supuesto, se avergonzaba.
¿Estos episodios pueden manchar su procerato? Definitivamente no. Cómo olvidar que fue uno de los pocos que no juraron fidelidad al rey británico durante la invasión de 1806; que sin ser militar luchó incansablemente en las primeras batallas de la nueva patria; que el triunfo de Tucumán, en 1814, salvó a la Revolución de Mayo, gracias a su decisión de desobedecer al Triunvirato; que el premio de 40 mil pesos por esa gesta lo donó para la construcción de escuelas en el norte del país, cuando en realidad pedía plata para comer a su amigo tucumano el doctor Balbín; que fundó diarios, las primeras escuelas de agricultura y de dibujo y que merced a otra de sus maravillosas desobediencias creó e hizo jurar la bandera azul celeste y blanca.
Esta pequeña parte de su gran obra patriótica se agiganta aún más, ya que fue realizada en deplorable estado de salud. La sífilis y la hidropesía lo acompañaron hasta su muerte y gracias a su médico, que no se movía de su lado, podía caminar y montar. En estas condiciones y con la ayuda de cuatro soldados que lo subían y bajaban del carruaje, llegó a Buenos Aires en 1820 para morir. Pero el viaje a Tucumán valió la pena: Vio por última vez a Dolores Helguero, su amante, y conoció a su hija Mónica.

(*): Periodista historiador. Mar del Plata

El púlpito, aquel medio para difundir la Revolución de Mayo

¿Cuál fue el papel de la Iglesia (y el término abarca a la institución, a sus dignatarios y a los fieles) en los años de la Revolución de Mayo? Nos responde Daniel Reynoso, historiador e investigador del Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades (UNMdP).
"Veamos el contexto. En ese momento (mayo de 1810) toda la sociedad era Iglesia. El catolicismo tenía un impacto muy fuerte en una sociedad estamental, muy conservadora, como la virreinal. Salvo los comerciantes británicos y algunos extranjeros, todo lo demás pertenecía a la Iglesia Católica.
En el Cabildo Abierto no sólo participa el obispo Lué, quien, al desmoronarse el gobierno de España, plantea la posición de que mientras haya un español en América, es ése quien debe gobernar en las colonias.
El clero secular, aquel que está más en contacto con la sociedad, estaba integrado por muchos sacerdotes formados en la Universidad de Córdoba, que para entonces (mayo de 1810) llevaba más de 200 años de existencia.
Y muchos de esos sacerdotes estaban influídos por las ideas del jesuita Francisco Suárez, quien había dicho que la Soberanía de Dios pasaba al Príncipe y del Príncipe al Pueblo. La soberanía quedaba en el Pueblo al no estar el Príncipe.
Esa era la visión del sector católico. Los que habían leído a Russeau (como Moreno, Castelli y Belgrano), decían que la Soberanía residía en el Pueblo, que se la daba al Príncipe. No estando éste, la soberanía volvía al Pueblo. Así ambos corrientes ideológicas, en Mayo coincidían en la consecuencia.

26 sacerdotes

- ¿Cuántos sacerdotes participaron del Cabildo Abierto?
- Participaron unos 26 sacerdotes. Y unos 20 de ellos ya van con la idea de reemplazar al virrey. Luego, y al seguir analizando el papel de la Iglesia en aquel tiempo, se ve que ideas de la Revolución Francesa, como las de Libertad, Igualdad y Fraternidad, serán expresadas por el Dean Funes, quien fue rector de la Universidad de Córdoba y tuvo una influencia notable sobre la Revolución de Mayo. Es entonces uno de los principales defensores de la Libertad de Prensa. Y estará en el congreso que declara la Independencia, en 1816, y también en el congreso de 1824, ya con Rivadavia.
- ¿Qué sucede con el papel de la Iglesia cuando la Revolución avanza hacia el interior de las Provincias Unidas?
- Un factor importantísimo es la difusión de las ideas de la Revolución. Es en ésto en lo que el púlpito juega un rol determinante, porque el púlpito era entonces el luegar desde el que se expresaban las ideas, era uno de los medios de comunicación de entonces.
- ¿La Primera Junta era pro clerial, aceptaba a la Iglesia, trataba con ella?
- La Primera Junta tenía un sacerdote, Manuel Alberti. Pero, volvamos al principio: en esa época prácticamente todos (los dirigentes) son Iglesia. No Iglesia no podía quedar ajena a lo que sucedía. Lo que aún para los historiadores no queda totalmente perceptible es que pasó con los que se opusieron a las ideas y propósitos de la Primera Junta. Porque, y el Plan de Operaciones de Mariano Moreno hasta lo hace expreso, no se había que permitir ninguna clase de oposición. Porque quien asumía resueltamente la oposición, le ocurría lo que los sucedió a Liniers y a Alzaga: se los fusilaba. Y a los españoles, a los descendientes directos de España y a sus hijos, se los aparta de todo tipo de actividad, sea de la Iglesia, del Comercio, del Ejército...

El Patronato, el Estado

- Sería interesante abundar en esa visión del púlpito como un medio de comunicación.
- Como decía, fue importante la formación de los sacerdotes, sacerdotes que ya de los tiempos del virreinato dependían de la voluntad del virrey en el Río de la Plata, y esta institución, que es el Patronato, se traspasó a las autoridades de la Junta y ésto habrá de repetirse en todo lo que es la continuidad y la conformación del Estado. El patronato siempre habrá de quedar en manos del Ejecutivo político, por lo que venía del virreinato y que había sido una delegación del Rey de España en los virreyes en América. Esa institución va a seguir. En el interior, obviamente que hay hasta discursos distintos de lo que es la Revolución de Mayo, ya sea por ejemplo en el Norte. Cuando el Ejército del Norte está en manos de Belgrano, y luego de Castelli, hay matices.
Cuando se dan las batallas, las de Salta, la de Tucumán, hay un rol muy importante de los sacerdotes y de los obispos respecto del apoyo o no apoyo a las fuerzas del Ejército.
En el Perú, hubo sacerdotes que organizaron a los aborígenes como fuerza de apoyo a la Revolución. Y fueron muy importantes como factor histórico, porque siempre estamos acostumbrados a pensar que las batallas de Tucumán y de Salta Belgrano se las gana a los españoles, y en realidad se las gana a ejércitos compuestos por peruanos y bolivianos --diciéndolo según las actuales nacionalidades-- que venían sobre el (ahora) territorio argentino. Dicho en este sentido, no había un "ejército español.
- ¿Se podría cerrar este análisis histórico llegando a la figura de Bernardino Rivadavia...no cierto?
- Sí, también hoy una etapa muy importante que no es con Rivadavia presidente, sino que es la gobernación de Martín Rodríguez, en la que Rivadavia es ministro, y en la que se  dio la reforma eclesiástica; reforma en la que hay una acción directa sobre las órdenes eclesiásticas, especialmente sobre los dominicos, a los cuáles se les expropian las propiedades. ¿Por qué? Porque lo que pone en discusión el gobierno de la provincia de Buenos Aires en ese momento es precisamente la institución del patronato y el sostenimiento de la Iglesia. Porque cuando arranca el gobierno de Martín Rodríguez lo hace debatiendo sobre la cuestión económica del funcionamiento del Estado. Entonces lo que hace es el retiro obligatorio (que es la reforma militar) de oficiales y parte de los que son los soldados, a los que se los da de baja para hacer sostenible el presupuesto. Otra parte de la reforma tiene que ver con la Iglesia, y precisamente con la reducción del clero, y sobre todo eliminar algunos focos de resistencia que hay sobre lo que es la idea de laicisidad que propone Rivadavia. Y también lo que hace a las reformas económicas sobre presupuesto, contribuciones, que es lo que genera después la idea de la "Feliz experiencia"*
- ¿A que se le llama "Feliz experiencia"?
- Al período de cuatro años, en el que a la provincia de Buenos Aires le fue muy bien, reacomoda sus finanzas, reordena su economía con Rivadavia, y se comienza a acentuar el poder de los estancieros sobre la Aduana de Buenos Aires.
- ¿A qué conclusión llegamos?
- Lo interesante que es ver cómo todos los sectores de la sociedad en algún momento debaten o confluyen acerca del rol del Estado, acerca de lo que era la conformación de la Nación, es decir sobre qué bases se iba a establecer la idea de un gobierno y de un Estado. Creo que la Iglesia fue parte de esa discusión. También pienso que, seguramente como resultado de la gran novedad que supone, con el cardenal Mario Bergoglio, la histórica elección de un papa argentino, me parece que hay una nueva mirada acerca de lo que ha sido el papel de la Iglesia a lo largo de toda la Historia Argentina.

Dólar, del Rodrigazo al Default

Por Ramiro Castiñeira (*)

El Rodrigazo (1975), la Tablita (1978), las hiperinflaciones (1989/90), el Plan Bonex (1990), el Corralito, el Corralón, el Default (2001/2002), desde hace unos años nuevamente la inflación y ahora las restricciones al mercado de cambios, explican en buena medida por qué el sector privado prefiere ahorrar en dólares y, preferentemente, sin intermediación de instituciones locales.
En números, durante la Convertibilidad el sector privado duplicó su ahorro en activos externos. Pasó de 50 mil millones a 100 mil millones entre 1991 y 2001, que en porcentaje del PBI implicó un incremento del 25 a 38 por ciento en el periodo.
Tras el colapso de la Convertibilidad, la dolarización continuó en ascenso. El stock de ahorro privado en activos externos pasó de 100 mil millones en 2001, a poco más de 191 mil millones a fin del 2011, magnitud que en porcentaje del PBI pasó de 38 a 44 por ciento.
Los guarismos advierten que en crisis, sin crisis, con crecimiento, en recesión, con gobiernos liberales o más heterodoxos, igualmente el sector privado destinó en promedio el 2,9 por ciento del PBI anual a la compra de dólares (y otros activos externos) durante las últimas dos décadas.
En efecto, desagregado por períodos, durante el transcurso de la convertibilidad (1991-2001) el sector privado destinó el 1,9 por ciento del PBI anual a la compra de activos externos, con un pico de 4,4 por ciento en la crisis del "Tequila" de 1995.

2005, un año de excepción

Luego vino la crisis de la Convertibilidad, que disparó la dolarización de privados a un máximo de 7,7 por ciento del PBI en 2002. En 2003 todavía se mantenía elevada en 6,9 por ciento del PBI. Si al periodo que duró la Convertibilidad se suman los años de su crisis (2002-2003), el ritmo de dolarización privada se eleva a 2,8 por ciento del PBI por año (1991-2003).
La recuperación económica con superávit fiscal y externo, sumada al exitoso canje de deuda pública, llevó a 2005 ser el único año en que el sector privado no incrementó su dolarización y prefirió invertir su ahorro en activos locales. Esta preferencia se reflejó en el brusco descenso del "Riesgo País" a valores similares a los de Brasil.
Pero cuando el cuadro macroeconómico se comenzó a debilitar, volvió la dolarización. Al repunte de la inflación, con los años se sumó la pérdida del superávit fiscal, la pérdida del superávit externo, la reaparición del déficit energético, la pérdida del tipo de cambio competitivo y como consecuencia la pérdida de la tasa de crecimiento.
El deterioro macroeconómico llevó al sector privado a incrementar su ritmo de dolarización ante los mayores riesgos en la economía. Entre 2003 y 2011 el sector privado destinó en promedio el 3,2 por ciento del PBI anual a la dolarización de cartera. En 2011 fue del 4,2 por ciento del PBI.
Una diferencia entre las últimas dos décadas es que si bien el ritmo de dolarización en la post convertibilidad es mayor al promedio que se observó en los noventa (1,9% del PBI versus 3,2% del PBI), vale advertir que también aumentó la capacidad de ahorro de la economía. Este mayor ahorro permitió no sólo marcar nuevos récord en niveles de inversión respecto de los noventa, sino también incrementar el ritmo de dolarización.
En números, el ahorro (PBI menos consumo), pasó de 17,6 por ciento del PBI en la convertibilidad, a 27,7 por ciento en la post convertibilidad. Si el ahorro en la convertibilidad era del 17,6 por ciento del PBI y la dolarización del 1,9 por ciento del PBI, implica que el 10,8 por ciento del ahorro de la economía se destinaba a la compra de activos externos.
En la Post Convertibilidad, el ahorro se elevó a 27,7 por ciento del PBI, lo que permitió marcar nuevos récord de inversión, pero también incrementó el ritmo de dolarización, que subió a 3,2 por ciento del PBI. La dolarización del periodo fue del 11,6 por ciento del ahorro, magnitud no muy diferente al 10,8 por ciento del periodo de la convertibilidad.
De hecho, a modo de ejercicio, manteniendo la proporción de ahorro que se destinó a la dolarización durante la convertibilidad (10,8 por ciento del ahorro), al mayor nivel de ahorro en la post convertibilidad (27,7 por ciento del PBI), implica que la dolarización hubiese aumentado a 3 por ciento del PBI por año. No muy lejos del 3,2 por ciento del PBI que efectivamente se observó.
Otro aspecto no menor es cómo se financiaba esta dolarización privada. En los noventa la dolarización de privados la financiaba el Gobierno. Se endeudaba y vendía empresas para alimentar el anhelo de dólares del sector privado. Con el tiempo sobrevino el peor final, a la altura de la década. El Estado financió la salida de capitales hasta su último aliento, dejando a un Gobierno sobreendeudado y un Banco Central vaciado, además de un desempleo récord, una industria quebrada y una pobreza del 50 por ciento.

Las restricciones

En la Post Convertibilidad, la dolarización de privados se financió principalmente con recursos que generaba el propio sector privado. Simple: se ahorra parte del milagro llamado soja.
Pero para 2011, el deterioro macroeconómico (pérdida del superávit fiscal, externo, energético, del colchón cambiario, pérdida del crecimiento económico, inflación del 25 por ciento y maraña de subsidios), la dolarización privada llegó a 4,2 por ciento del PBI anticipando el ajuste, magnitud que comenzó nuevamente a insumir las reservas del BCRA. Cuando el Banco Central perdió u$s 5.000 millones por financiar la salida de capitales (previo a las elecciones), por no devaluar, llegaron las restricciones en el mercado de cambios.
Las nuevas restricciones al ahorro en moneda extranjera generaron la reaparición del dólar informal, actualmente un 32 por ciento superior al oficial ($4,72 versus $6,24). Este "dólar" encuentra su oferta desde el ahorro privado acumulado, que vimos llega a u$s191 mil millones, 44 por ciento del PBI.
En suma, la dolarización no es un fenómeno nuevo, sino que el sector privado destina en promedio 2,9 por ciento del PBI a la compra de activos externos, para no exponer todo el ahorro al riesgo local. La "revolución verde" y los elevados precios internacionales permitieron elevar los niveles de dolarización casi un punto del PBI. Dicho de otra manera, la proporción del ahorro que se dolariza no varió las últimas décadas (12,8 por ciento), sino lo que varío fue el nivel de ahorro (del 17 al 27 por ciento del PBI).
Por supuesto, a mayor deterioro macroeconómico, mayor dolarización "preventiva". Regla que rige tanto en los noventa como en la Post Convertibilidad, con o sin restricciones en el mercado de cambio.
El anhelo de dolarización privada ahora no afecta a las reservas del Banco Central, pero sigue afectando a la economía. Al igual que pisar el precio de la energía, es fácil pisar el precio del dólar, pero es difícil de salir sin una crisis.

* Economista en jefe de Econométrica

Los residuos y una política continuada

Al inaugurar las actuales autoridades el nuevo predio de disposición final de residuos, está llegando a su fin una etapa en la historia ambiental de Mar del Plata.
No es una historia agradable como lo demuestra la impresionante montaña de basura ubicada al sur de Mar del Plata, de una altura de 70 metros y varias hectáreas de extensión, y en la que trabajan decenas de familias de recicladores en condiciones infra-humanas.
Arrojar sin tratamiento la cantidad de desperdicios cada vez más grande de la población de Mar del Plata, de unas 600 toneladas diarias durante el invierno y alrededor de 1000 toneladas durante los meses de temporada alta, creó un foco contaminante de graves consecuencias para el medio ambiente de la región.
Por ésto, la obra que se ha inaugurado, dotada de la tecnología necesaria para neutralizar los efectos contaminantes, implica para los funcionarios, más que un éxito político, un gran alivio, la tranquilidad de haber hecho lo que se debía hacer para preservar la salud de la gente y el respeto por la naturaleza.
Más que un logro, es el cumplimiento de un deber, que se venía posponiendo desde hace dos décadas, ya que la emergencia de la disposición final de residuos data del comienzo de la década del 90.
El acto reciente supone también tanto un reconocimiento a las actuales gestiones de gobierno en los tres estamentos del Estado, como a las anteriores, ya que, sólo considerando el nivel municipal, los primeros pasos en busca de una solución fueron dados por el intendente Elio Aprile, el proyecto que ahora se concreta fue gestado en tiempos del intendente Daniel Katz, con la activa participación del entonces titular del Emvisur, arquitecto Antonio Costantino, y los concejales Marcelo Artime (Acción Marplatense) y Rodolfo Worschitz (justicialista), y en el tramo que culmina ahora el fuerte trabajo sobre lo ya actuado, retomando inclusive propuestas de su autoría en su tiempo de edil, por parte del intendente Gustavo Pulti.
En tiempo de exacerbación de las confrontaciones, de escaso o nulo reconocimiento al oponente político, la historia desagradable de la basura no obstante tiene como contracara positiva una suerte de política de Estado que, pretendida o no por los mismos protagonistas, logró desarrollarse en esa búsqueda de la mejor solución para el tema de los residuos. Y pese a todo: pese a las sucesivas crisis, incluyendo por supuesto la del 2001-2002, y pese al sube y baja político.

Un poco de historia sobre YPF

Por Aleardo F. Laría
para DyN

Las naciones, como las personas, intentan aprender de sus errores para evitar repetirlos. No siempre lo consiguen.
En ocasiones, el simple paso del tiempo borra los recuerdos y favorece una pertinaz compulsión a la repetición. Einstein señalaba que la estupidez consiste en hacer las mismas cosas y creer que se van a obtener resultados diferentes.
En la década del 90, el peronismo -bajo la máscara del menemismo- se puso a la cabeza de un movimiento privatizador que pulverizó toda la estructura de empresas estatales. A diferencia de otras naciones, como España o Brasil, que hicieron un proceso de privatización inteligente, que llevó a conformar grandes empresas nacionales que se convirtieron en poderosos actores globales, en la Argentina la furia privatizadora no tuvo límites y las empresas estatales fueron graciosamente entregadas a grupos multinacionales extranjeros.
El caso emblemático ha sido el de YPF. Gracias a la activa intervención del entonces gobernador de la provincia de Santa Cruz, Néstor Kirchner, que presidía la OFEPHI (Organización Federal de los Estados Productores de Hidrocarburos), YPF fue privatizada y luego desnacionalizada, al admitir la compra de sus acciones por la empresa española Repsol.
Los servicios prestados por Kirchner fueron generosamente retribuidos por el presidente Menem -"el mejor presidente que ha tenido la Argentina", Kirchner dixit- quien reconoció a la provincia de Santa Cruz más de 600 millones de dólares por "regalías mal liquidadas", origen de los famosos fondos de esa provincia fugados al exterior.

Empresas y prebendas

El proceso de privatización del peronismo de los 90 fue acompañado de la aprobación mayoritaria de la población por una razón muy simple: todas las empresas públicas privatizadas, sin excepción, ofrecían servicios deficientes y generaban ingentes pérdidas que eran enjugadas en los presupuestos públicos.
Existía el convencimiento de que las empresas públicas eran caladeros de prebendas en las que pescaban militantes políticos, corporaciones sindicales y empresarios de "la patria contratista".
En su último discurso, la presidenta Cristina Fernández admitió que YPF "terminó presa de las empresas contratistas y de los partidos políticos de turno", aunque omitió decir que el "partido de turno" era el suyo.
En la literatura política se denomina spoil system (sistema de expolio) la explotación que un partido político hace de los recursos públicos para financiar su actividad proselitista, que utiliza de modo diverso, ya sea incorporando militantes en las empresas públicas, desviando recursos o utilizando desaprensivamente la infraestructura pública.
Técnicamente, se está en presencia de una malversación de caudales públicos, pero cuando esta práctica está instalada sólidamente en una cultura populista, no es objeto de reprensión penal.
Otra fórmula menos visible consiste en recibir prestaciones gratuitas de los concesionarios de servicios públicos. Un ejemplo reciente lo suministra un dirigente socialista de Santa Fe, quien ha denunciado que los colectivos que transportaron militantes de La Cámpora al acto de Rosario pertenecían al Grupo Cirigliano, el dueño de TBA la empresa con responsabilidades en el trágico accidente de Once.
Lo que explica también por qué los entes reguladores, controlados por el oficialismo, renuncian luego a su función de vigilancia, en agradecimiento a los favores recibidos.

Nueva ola reestatizadora

En los momentos actuales, -donde el peronismo se presenta bajo la máscara del kirchnerismo- se asiste al retorno de una ola reestatizadora, bajo una retórica que reclama la presencia del Estado como gesta recuperadora de una soberanía perdida.
Todos los indicios señalan el deseo inequívoco del actual gobierno de forzar un proceso de venta de las acciones de YPF, actualmente en manos de Repsol, a través de actos preparatorios consistentes en acusar al grupo español de haber desinvertido en actividades de prospección para posibilitar un espectacular reparto de utilidades.
La acusación está respaldada por datos incontrovertibles, pero se omite señalar que la curiosa operación de "argentinización" que ha dado lugar a la desinversión fue propiciada por Néstor Kirchner para que 25% del paquete accionario de la compañía YPF fuera a parar a manos de la familia Eskenazi, que en esos momentos pasaban por ser amigos del poder y, por consiguiente, "expertos en mercados regulados".
Los Eskenazi, a través del Banco de la provincia de Santa Cruz, habían sido los gestores de los famosos fondos fugados al exterior.
La eventual aventura de reestatización de YPF, en el contexto actual de vigencia exacerbada del spoil system, tiene todos los ingredientes para convertirse en un nuevo "caso Aerolíneas Argentinas", donde el Estado debe poner cada día dos millones de dólares para sostener financieramente a la compañía. El ejemplo ofrecido por el resto de empresas reestatizadas en los últimos años -Correo Argentino, ferrocarriles, Aguas Argentinas, etc.- tampoco ofrece perspectivas demasiado alentadoras.
Mientras el Estado argentino no ofrezca verdadera capacidad de gestión, todas las medidas reestatizadoras aumentarán los problemas actuales, tal como lo demuestra palmariamente el estado de abandono de las infraestructuras ferroviarias y las dramáticas consecuencias que se han podido apreciar en la tragedia de la estación Once.
Las empresas públicas terminan siendo un festín para concesionarios inescrupulosos, agentes públicos corruptos y sindicalistas devenidos en empresarios contratistas de mano de obra barata.
Los entusiastas partidarios del gobierno "nac&pop" deberían reflexionar sobre la incoherencia que supone defender el rol creciente del Estado, al mismo tiempo que en la práctica se apuntala un aceitado sistema de expolio concertado entre el partido en el poder y las tramas sindical-empresariales.
No deja de ser aleccionador mirar el caso de Brasil, que sí ha conseguido, a través de Petrobras, construir un conglomerado empresarial impresionante. Y esto ha sido porque ha sabido preservar la capacidad de gestión empresarial, conformando una empresa mixta blindada ante el clientelismo político.
Sin librarse de la pesada losa del spoil system; sin tener una visión compartida sobre el rol del Estado que evite la recaída en un nuevo pendularismo; sin fijar una política energética consensuada entre la Nación, las provincias y la oposición, que fije metas de corto, mediano y largo plazo, la Argentina seguirá condenada a repetir una historia de recurrentes fracasos.